Muy temprano, antes de iniciar la rutina diaria, leí las primeras o "Inicio" de las webs de El País y El Mundo. Me gusta saber temprano cuáles serán las claves diarias de la actualidad. Ahora no tengo que salir de casa y comprar el periódico, gracias a la magia de internet, cada noche, antes de acostarme, miro la última hora y por la mañana, mientras preparo el café que despierta mis sentidos, le echo un primer vistazo a lo que ha dado de sí el mundo en mis escasas horas de sueño.
En fin, a lo que voy. Hoy me encontré con la muerte de Steve Jobs. Abrían con una foto de él en una de sus comparecencias, no la última, porque todavía no estaba desmejorado. Solo, ante una enorme pantalla. En un escenario, estéticamente sencillo -como todo lo que hacia-, pero contundente. La imagen la asocié con una información de hace unos días, la renovación de un nuevo modelo de teléfono, con más de todo. No atendí a los titulares.
Cuando comprendí lo que había ocurrido pensé que la muerte no sabe de éxitos, de dinero, de posibilidades, no sabe de vida.
He escuchado durante todo el día las informaciones sobre la muerte de Steve Jobs y una de ellas hizo que mi primera cita con el ordenador -después de traer a mi hija del parque- fuera buscar el discurso que este visionario dio en la Universidad de Stanford. Desde que se anunció su muerte había recibido 7 millones de visitas. Me pregunté: ¿de verdad hay tanta gente en el mundo sensible a la muerte de un solo hombre? Mueren 1000 niños diarios o más en Somalia y nos han estado bombardeando cada día del verano con las fotografías de estas muertes en las ediciones de los periódicos. No he escuchado que ninguna imagen de esta tragedia recibiese tantas visitas. Y también cambian el mundo.
De todas formas, después de ver el vídeo -porque la curiosidad ya me podía- reconozco que Jobs no era sólo un visionario sino una persona especial. Ante cientos de estudiantes estadounidenses fue sincero y les recomendó algo muy sencillo que muchos hemos olvidado: hay que seguir la intuición y al corazón. Y, sobre todo, hay que preguntarse cada día si seguiríamos haciendo lo que hacemos si supiésemos que íbamos a morir. Si la respuesta es no, hay que cambiar.
One more thing. Hoy la palabra es cambiar. Y: Seguir hambrientos. Seguir alocados.