El paso del tiempo

miércoles, 11 de enero de 2012

Muerte que habla de vida

Conocí a una persona que cuando le preguntabas "¿qué tal?" te respondía "aquí estamos porque Dios es bueno y nos tiene vivos". Pues Dios hoy ha sido malo o mejor dicho lo fue ayer.


La muerte cuando se vive de cerca te habla de vida. Porque siempre acabas viendo a esa persona subiendo por una calle, recién peinada, con una mano en el bolsillo y el paso ligero. O apoyado en la barra de un bar, con el semblante pensativo, como si el mundo no fuera con él. Sin esfuerzo oyes su voz, el gesto que ponía cuando miraba de frente al sol.

Otras veces la muerte te habla de vida al entrar en una casa, da igual que ahora la vivienda esté cambiada, que el patio haya quedado reducido al nombre, que las paredes no lleven el papel de flores o haya desaparecido el aljibe, las aspidistras, las cintas o una escalera de paso altos y ladrillos de barro. Tú sigues viéndolos porque pertenecen a tu vida.

Los ves en las "alegrías" de una tostada, en el olor a Madera de Oriente, en los sonidos de un patinillo, en unas manos nudosas, en una sonrisa. Son demasiadas sensaciones que tu propia muerte te arrebatará, nunca la de los demás. O quizás el tiempo que engaña a la memoria y, a veces, se tuerce por una enfermedad o simplemente se olvida de que la vida es la única capaz de luchar, por momentos, contra la tristeza de desaparecer.

Para Antonio que se fue tal como vivía, sin armar ruido.


domingo, 1 de enero de 2012

El mundo de Andrea y su Magia

"Había una vez una niña de 6 años que un día hizo un descubrimiento. Era Navidad, pronto llegarían los Reyes Magos y ella llevaba días escribiendo y escribiendo cartas para sus Majestades. Se pasaba el día pensando qué dibujo les gustaría, qué palabras debería escoger para que supiesen de su existencia.

Andrea era una niña muy despierta que se entretenía oyendo las conversaciones de los mayores. Este año la palabra que más había sonado era "crisis". No sabía muy bien qué significaba pero no debía ser nada bueno porque cuando surgía estaba rodeada de otras  palabras más feas, que sonaban tristes, dinero, economía. Los mayores se preguntaban unos a otros cómo iba la "cosa". Ella sentía que debían prohibir hablar de la "cosa".

Un día, mientras escribía la última aventura vivida en el colegio, escuchó que este año no había dinero para los Reyes. Entonces sintió un crujido extraño dentro del pecho, todos sus sentidos se pusieron en alerta. ¿Los Reyes? ¿dinero? ¿Qué relación tenían? Sus Reyes eran Magos, Magos de Oriente, un lugar que nunca vio en los anuncios, ni en los escaparates de ningún centro comercial. Oriente era un lugar muy lejano, donde sólo se podía llegar en sueños.

Cómo volvería al colegio, cómo podría jugar con sus amigos sin contarle ese gran secreto que ahogaba su alma. Ellos no sabían que entre la Magia y la Ilusión había crecido un gran monstruo cuyos tentáculos se extendían por las calles, por los bares, por los colegios, por los parques. Ella tenía que contárselo a sus compañeros de la forma que mejor sabía: escribiendo.

Fue entonces cuando escribió una larga carta a María. Era un buen comienzo, su amiga vivía en el mundo que hasta hace muy poco ella había habitado,el mundo de la niñez y sólo ella podría atraerla de nuevo a ese mundo de donde nunca debía haber salido.

La carta empezaba diciendo: "María tengo que contarte un secreto de mis padres. Los Reyes Magos no existen, son ellos los que con dinero compran los juguetes y nos los ponen. Este año no tienen dinero y los Reyes dejarán de existir". María no creyó en ningún momento lo que Andrea le decía porque pensaba que el dinero era algo del mundo de los mayores, que sólo ellos entendían. Los Reyes Magos estaban en Oriente, ya de camino y lo único que debían hacer ellas era portarse muy bien y creer, sobre todo creer.

Andrea escuchó a su amiga y el nudo de su alma comenzó a aflojarse. Cerró los ojos y pensó en la Navidad. Cuando salió del colegio allí estaba su madre. Esa noche el Rey Baltasar acompañado de una paje recogería la carta de los niños y niñas que quisieran verlo. No estaba segura todavía de si valdría la pena ir y escuchó lo que su madre le dijo: "No seré yo quién te diga qué debes o no debes creer, pero sí te aseguro que si no lo haces, si a lo largo de tu vida no crees en algo, no recibirás nada y serás muy infeliz".

Andrea pensó que escribiendo era la única forma de llegar a despejar sus dudas. Cuando llegó a su casa, se encerró en la habitación y escribió y escribió hasta que le dolió la mano, hasta que se quedó sin papel, hasta que la tarde dio paso a la noche. Sus palabras comenzaron hablando de las dudas, de la congoja, del desaliento y se convirtieron poco a poco en un recuerdo sobre algo incierto en lo que no valía la pena ni pensar. Era como taparse los oídos cuando un ruído molestaba. Los Reyes Magos estaban a punto de llegar y hablaban alto y claro. En el mundo de la Magia, la duda no existía porque cuando eres niño o niña los ojos están abierto como platos y no hay lugar para los engaños, sólo para la ilusión.

Entonces, Andrea decidió que nada impediría que esa tarde le llevase su carta a los Reyes Magos, ni si quiera el olvido. Para escribir sólo hace falta un boli y medio folio de papel prestado, un banco donde apoyarse y tener toda la vida por delante."

Para Andrea: Pase lo que pase, nunca pierdas tu inocencia.