El paso del tiempo

miércoles, 11 de enero de 2012

Muerte que habla de vida

Conocí a una persona que cuando le preguntabas "¿qué tal?" te respondía "aquí estamos porque Dios es bueno y nos tiene vivos". Pues Dios hoy ha sido malo o mejor dicho lo fue ayer.


La muerte cuando se vive de cerca te habla de vida. Porque siempre acabas viendo a esa persona subiendo por una calle, recién peinada, con una mano en el bolsillo y el paso ligero. O apoyado en la barra de un bar, con el semblante pensativo, como si el mundo no fuera con él. Sin esfuerzo oyes su voz, el gesto que ponía cuando miraba de frente al sol.

Otras veces la muerte te habla de vida al entrar en una casa, da igual que ahora la vivienda esté cambiada, que el patio haya quedado reducido al nombre, que las paredes no lleven el papel de flores o haya desaparecido el aljibe, las aspidistras, las cintas o una escalera de paso altos y ladrillos de barro. Tú sigues viéndolos porque pertenecen a tu vida.

Los ves en las "alegrías" de una tostada, en el olor a Madera de Oriente, en los sonidos de un patinillo, en unas manos nudosas, en una sonrisa. Son demasiadas sensaciones que tu propia muerte te arrebatará, nunca la de los demás. O quizás el tiempo que engaña a la memoria y, a veces, se tuerce por una enfermedad o simplemente se olvida de que la vida es la única capaz de luchar, por momentos, contra la tristeza de desaparecer.

Para Antonio que se fue tal como vivía, sin armar ruido.